En mi casa se han armado guitarreadas memorables, tenemos la suerte de poder convocar músicos de calidad y calidez reconocida. Guitarreadas que normalmente se prolongan hasta muy entrada la madrugada matizadas con bebidas espirituales y espirituosas como diría mi amigo Alfredito Pinto de la Sota.
¿Guitarreadas? las de antaño!!!, decía mi padre cuando recordaba su niñez y nos contaba las jaranas que se armaban en Huaro (Quispicanchis, Cusco, Perú) por el cumpleaños del bisabuelo Emilio o de la bisabuela Eudocia.
Contaba que se juntaban en Pilapata (la casa familiar en Huaro) los tíos Luís, Justo, Segundo, Baltazar, Pedro, llamaban a Víctor Gavancho esposo de Salomé hermana de la Abuela Ana. Empezaban con el almuerzo al escuchar la llamada de Eudosia, la matriarca que convocaba a la mesa y todos acudían de inmediato a ocupar sus respectivos sitios en la mesa encabezada por el bisabuelo Emilio. Después de saciar el hambre, Justo, el hermano mayor, tomaba la guitarra y le pedía a su cuñado Víctor que le acompañe y empezaban la jarana. Mandaban a comprar un fardo de cervezas (5 docenas de cervezas marca Günter, primer nombre de la cerveza Cusqueña), llegaban más amigos y a cantar y bailar huaynitos y marineras cusqueñas...
Grande fue la sorpresa de mi padre cuando el día de la canción criolla, 31 de octubre, 2.30 de la madrugada, entre despierto y dormido me escucha hablar a viva voz, reír, volver a hablar y luego cantar, luego un salud hermano, luego un valsecito criollo, otro salud, risas, mas voces, otro valsecito... mi padre procesaba la información a media máquina porque como dije estaba entre despierto y dormido. Acostumbrado a participar en reuniones en sus constantes visitas a Lima donde la guitarra es la protagonista principal, no le llamó mucho la atención sentir los sonidos característicos de una reunión jaranera, siguió dormitando sin poder conciliar totalmente el sueño... algo no estaba bien, pasaron los minutos, seguían los salud, las canciones, la conversación, las risas, algo no estaba bien.... notó que de rato en rato se producían silencios, luego risas, otra canción, luego silencio. Mi padre pasó del estado entre despierto y dormido al estado mas despierto que dormido. Notó que había una voz predominante (la mía), que empezaba una charla, luego silencio, volvía con la charla, terminaba la charla y empezaba otra. Salud!, no habían los choques característicos de vasos entre salud y salud. A mi padre se le cruzó la terrible idea de que estaba en una jarana de rompe y raja con mi amigo invisible. Finalmente decidió bajar y ver qué pasaba.
Se levantó de la cama, salió al pasadizo de distribución del segundo piso, tomó las escaleras hacia el primer piso. Vio que la sala estaba con las luces apagadas (primera sorpresa), las voces salían de mi oficina que se encontraba con la puerta cerrada. Seguían los salud, las canciones matizadas con breves charlas… mi padre decidió entrar, abrió la puerta con sigilo, ingresó y lo que vio no entraba dentro de los esquemas hasta ese momento instalados dentro de su cerebro (segunda sorpresa).
Mi padre vio que me encontraba sentado frente a la computadora, tocando la guitarra y cantando un valsecito criollo, al costado encima del escritorio había una botella de Habana Club 3 años, una botella de Coca Cola, hielo y un vaso con la mezcla adecuada lista para beber. Esperó que termine de cantar para despejar sus dudas… terminé de interpretar la canción y cuando mi padre se disponía a hablar una voz salió del parlante de la computadora “bravo Carlos, que viva la canción criolla!!!” y yo “que viva!!!”, siguió un “salud hermano” y adentro un trago de cuba libre, y el parlante “Salud hermano!!!”. Mi padre estaba absolutamente descomputado (para usar términos que vienen al caso; tercera sorpresa).
Me dijo “Carlos, ¿qué haces?...”, volteo le veo y me doy cuenta que se encontraba en un estado de total incredulidad, me levanto, le pido que se acerque, él se acerca con la mirada en la computadora y de pronto ve en la pantalla a mi amigo Fernandito Aguilar, este al verlo le dice “Buenos días Doctor” (Cuarta sorpresa).
Mi Padre demoró en entender que al otro lado de la conexión se encontraba mi interlocutor y que era con él con quien tenía la guitarreada y que al encontrarse en San Francisco, USA, habíamos encontrado la manera de mantener contacto en vivo, en directo, viéndonos las caras y además pegándonos una jarana de aquellas, yo con mi ron y Fernandito con su cerveza Heineken.
Mi padre se repuso parcialmente de la sorpresa, contestó el saludo, se dio cuenta que estaba siendo visto por mi amigo, se percató que estaba en pijama, pidió disculpas y se retiró a dormir.
No sé si pudo conciliar el sueño, lo que me queda claro es que para la próxima vez, tendrá la precaución de bajar con ropa de fiesta.